El arresto de una niña de 13 años el pasado mes de enero en el Club Madonna de Miami Beach, donde era obligada a prostituirse, dejó entrever como la ciudad se ha convertido en un mercado en auge en cuanto a la trata de personas, según activistas y funcionarios.
El caso de la menor conmocionó a la opinión pública, sobre todo por el hecho de que la chica, tras huir de su hogar, fue captada en Miami por tres adultos, y obligada a prostituirse y trabajar en el citado club como bailarina nudista.
A Katarina Rosenblatt, activista del condado Broward, no le causó sorpresa la noticia de la menor, pues ella fue igualmente prostituida cuando era una adolescente. Rosenblatt logró salir de ese abuso y fundó la organización There is Hope for Me (Hay una esperanza para mí), una organización no gubernamental de ayuda a víctimas de explotación sexual y tráfico humano. Según la activista, los traficantes de personas se aprovechan de menores que tienen problemas familiares y que son vulnerables. Incluso, una vez que ya están inmersas en las drogas, las menores llegan a ver a “los chulos” como su familia. Estos reclutadores pertenecen a una red organizada que lleva años trabajando y que tienen conocimientos sobre su negocio que rebasan a la policía y a la justicia, de acuerdo con Rosenblatt.